Hoy cumplo un mes en Bangkok y, viendo atrás, todo es notablemente diferente que el día de mi llegada. Como todos los repatriados, intento de adaptarme de nuevo a la realidad, a la que, en mi caso, nunca he estado acostumbrado. Los esfuerzos han sido empeñados. Voy tejiendo poco a poco mis redes que me permitirán el aceso a la gente del círculo de mi especialidad. Me conformo con este éxito, salvo una cosa; lo que será de mi y mi novio.
Ha pasado un mes y sólo nos hemos visto 4 veces sin mucha oportunidad de hablar tanto. Estar ocupado siempre ha sido la razón que me ofrece. Obviamente, se ve que está realmente ocupado, pues, por su beca de Ph.D., que obtuvo hace casi un año. Le espera una serie de examenes, entrevistas y ensayos en el futuro muy cercano y, para poder salir con todo lo que siempre desea, tiene que esforzar más que nunca, poniendo todo en juego, incluso la estabilidad de nuestra relación.
No pienso en dejarlo ni cortar el rollo ni enfrentarme con él, y esto es mi problema. Seguiremos así sin mencionar el amenazante futuro de nuestra relación, quiza por el miedo de perder lo que tanto tiempo he intentado preservar.
Siempre nos dicen que 3 años a distancia no es un reto cualquiera y, pasado esta prueba, ya deberemos esforzarnos más que nunca por el bien de esta preciosa relación. Bueno, ¿qué opción tengo yo? Hay que seguir adelante, fuese como fuese, exactamente como dice un refrán tailandés "Una vez montado a tigre, hay que seguir allí hasta el final".
Hasta que no llegue el dicho final de nuestro drama, mucho ánimo de parte de todos de mis amigos necesitaré.
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