Sólo faltan dos meses antes de que cumpla un año de estancia en Bangkok. Diez meses no son nada comparados con los años que pasé aquí antes de partir para España, pero aun así no sé por qué todavía no descubro el sosiego que he anticipado desde el momento que pisé esta tierra.
Parece que mi vida en este metropolitano tailandés empieza ya a coger el ritmo caótico del Oriente. Tanto trabajo, tantas ansias y tanto estrés. Cada vez tenemos menos tiempo para divertirnos, en sentido positivo y constructivo, tal como ir de viaje a algún sitio lejano y tranquilo sólo para permitirnos el lujo de "reflexionar" sobre los rollos que nunca nos hemos molestado a prestarles atención.
Sin haberme tomado ninguna oportunidad de buscar un retiro que fatalmente necesito, siento que mi alma cada vez se ve mas contaminada por las fuerzas negativas provocadas por esta ciudad, sea la contaminación, el calor, el tráfico, la suciedad o las calles laberínticas tan concurridas y bloqueadas por chiringuitos y tiendecitas de baratijas.
Un día de estos, temprano de la mañana, me levantaré para unir con el corriente humano que fluye en el metro hacia su destino y en el camino me pararé a pensar ... ¿por qué estoy aquí y qué estoy haciendo y qué es lo que realmente quiero?
Claro que serán preguntas filosóficas que ni siquiera los grandes filósofos consiguieron las respuestas perfectas. Serán cosas que, para alguien, resultarán absurdas y les harán perder el tiempo. Sin embargo, para mí, serán las pequeñas luces en el mar de oscuridad en el que estoy perdido. Serán las luces que siempre tenía hace unos años antes de que desaparecieron en el corriente de competencia y sobrevivencia.
Algún día, espero, me volverán a mí a iluminar de nuevo aquellas inspiraciones que una vez tantas poseía, o mejor dicho, me acompañaban. Mis musas. La primera me vino a visitar cuando estaba en Madrid y la percibí en forma del dolor intenso provocado por el apendicitis. Parecía algo infernal y me enseñaba a tener miedo de la muerte y consecuentemente apreciar la belleza de la vida y todo lo que junto con ella venía. Desde entonces siempre se queda conmigo y que luego comenzaba a llamar a otras para que me inspiraran. Fueron los momentos de reflexiones en los que nunca me faltaba ningún recurso para seguir luchando por "algo" que hacía que la vida valiera la pena.
Pero en esta ciudad, todas de repente se desvanecieron, dejándome en la soledad sin ganas de expresar ni crear. Quizás necesite una escapada a algún lugar tranquilo o un viaje de regreso a Madrid para recargarme otra vez de las fuerzas que me ayudarán a luchar ... porque allí es la cuna de mis musas.